El banco BBVA no vio venir el golpe. Una red criminal, con la frialdad de un guion de Hollywood, desangró sus arcas con S/ 180 millones en créditos falsos. No fueron hackers anónimos desde una cueva digital. Fue peor: una organización con documentos adulterados, testaferros bien entrenados y funcionarios bancarios que, por acción u omisión, dejaron pasar el fraude. La Superintendencia de Banca (SBS) ya tiene el expediente abierto. Y el Ministerio Público no descarta colaboración interna.
El modus operandi: créditos prendarios con garantías ficticias. La banda —hoy investigada por la División de Crimen Financiero de la Policía— creó empresas fantasmas, infló estados financieros y usó propiedades valuadas diez veces sobre su precio real. Todo para burlar los controles del banco. ¿Cómo lograron tanto? Según fuentes de la SBS, hubo fallas en la verificación de colaterales y una "sospechosa velocidad" en la aprobación de operaciones. Algo huele mal en el sistema.
Los números duelen: 180 millones de soles equivalen a:
- El presupuesto anual de 3 municipalidades distritales de Lima.
- 50 veces el sueldo vital anual de un peruano promedio.
- O, si prefieren la ironía, la mitad de lo que Odebrecht sobornó en Perú.
BBVA Perú guarda silencio. Solo un escueto comunicado: "Colaboramos con las autoridades". Pero internamente, según filtraciones a Hildebrandt en sus Trece, hay pánico. Una auditoría reveló que el fraude se extendió por al menos 18 meses. Y aquí lo grave: la red operaba simultáneamente en Arequipa, La Libertad y Lima. Esto no fue un error. Fue una operación a escala industrial.
La pregunta que quema: ¿Cuántos otros bancos están infectados? La SBS niega comentarios, pero fuentes del sistema financiero admiten que este caso es la punta del iceberg. Mientras tanto, el Perú sigue siendo un paraíso para el crimen de cuello blanco. Y esta vez, ni siquiera hicieron falta maletines de dinero. Solo papeles falsos y alguien dentro que miró para otro lado.