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Una década después del inicio de las investigaciones, el sistema judicial peruano ha cerrado uno de los capítulos más simbólicos de su historia reciente. La sentencia, dictada en junio de 2025, marca un hito no solo por la envergadura de los personajes involucrados —una ex pareja presidencial— sino por el mensaje que envía en torno a la lucha contra la corrupción de alto nivel. El expresidente Ollanta Humala Tasso y su esposa, Nadine Heredia Alarcón, recibieron 15 años de prisión efectiva por lavado de activos. Un final dramático para quienes llegaron a lo más alto del poder.

Pero la historia entre Humala y Heredia comenzó mucho antes. En los años noventa construyeron un proyecto que unía lo personal y lo político. La Fiscalía demostró cómo esta alianza se convirtió en una organización criminal destinada a financiar ilegalmente sus campañas electorales. Los números son contundentes: 600 mil dólares del gobierno de Hugo Chávez en 2006, más de 3 millones de Odebrecht y OAS en 2011. Irónico. Quienes llegaron al poder prometiendo transparencia usaron el aparato estatal para retribuir favores oscuros.

La investigación destapó mecanismos sofisticados —testaferros, empresas pantalla, triangulaciones internacionales—. Durante el juicio se presentó una carga probatoria demoledora: testimonios de colaboradores eficaces, documentos financieros y declaraciones de altos funcionarios brasileños. La sentencia, aunque menor a lo solicitado por la Fiscalía (20 años para Humala, 26 para Heredia), representa el primer caso de un expresidente condenado por lavado vinculado a campañas. Un precedente histórico.

El sistema político peruano queda bajo escrutinio. Esta sentencia no es un caso aislado: Toledo, Kuczynski y Alan García también fueron salpicados por escándalos similares. Mientras la defensa anuncia apelaciones y el Ministerio Público evalúa sus próximos pasos, el mensaje es claro: el poder político no está por encima de la ley. ¿Será este el punto de inflexión que el país necesita? La opinión pública observa con escepticismo, pero también con esperanza: después de años de opacidad, por fin hay rendición de cuentas.

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